viernes, 20 de diciembre de 2019

Tokenismo, normativización e invisibilidad

Llevaba pensando en escribir esto desde septiembre. Lo he pospuesto muchísimo y, ahora que J.K. Rowling ha resultado ser una tránsfoba, pisoteando los sentimientos de todas las personas LGTB+ que hemos sido fans de Harry Potter – especialmente, como es obvio, de las que son trans, me parece incluso más necesario que hace tres meses.

En febrero, cuando le hice publicidad gratuita al Mass Effect™: Andrómeda por lo de la diversidad sexual de los PNJs, me enfoqué más que nada en los videojuegos.

Un mes antes había traducido – malamente – una publicación sobre la importancia de los personajes no blancos en la narrativa occidental; después estuve leyendo a autoras y autores negros – en inglés y español – al respecto, y dejaré algún enlace al final de la entrada porque, obviamente, saben más y se explican mejor de lo que yo puedo aportar aquí en un recopilatorio general.

En uno de estos artículos, el autor entraba en materia citando a Maurice Mcleod, periodista de The Guardian, cosa que voy a copiar porque no tengo originalidad alguna y me parece una buena introducción:
«Si una raza no es asignada específicamente como negra o asiática, entonces se asume que la persona es blanca. Los blancos conforman menos de un tercio de la población del planeta, pero por la forma en que la sociedad está estructurada, a veces parece que se asume que el hada de los dientes o el conejo de pascua son blancos también.»
Esto pasa, y con todo. Si no se especifica el color, el género, la orientación sexual o alguna característica física personal como la miopía, la cojera o un bigote, el personaje por defecto es un hombre blanco cishetero con dos brazos y dos piernas perfectamente funcionales.

Gerard Butler. Gerard Butler es el personaje por defecto. La imagen es de la película Rock'n'Rolla que irónicamente es de mis favoritas.
Si decimos «dos médicos», aunque una de ellos sea una mujer, el estándar nos hace pensar automáticamente en dos varones. Entonces especificamos «dos médicos, un hombre y una mujer», y ambos son blancos. «Dos médicos, un hombre negro y una mujer asiática»: heterosexuales. Si tienen un rango de edad parecido (o ella es más joven) hasta podríamos aventurarnos a pensar que están juntos. Al mismo tiempo, vamos a dar por hecho que él tiene pene y ella vagina (exclusivamente porque ninguno es intersexual tampoco).

Y ¿qué pasa si en la escena entra otra mujer – blanca, porque no se dice – y le da un beso a ella? Que la médica asiática es lesbiana. Porque todo funciona así, todo es Barça-Madrid y si no eres de unos eres de los otros. ¡Rayo Vallecano! «No, pero del Barça o del Madrid.» No me gusta el fútbol. «JAJAJAJAJAJAJAJ no, en serio.»

Hace relativamente poco leí un artículo de opinión de Lewis Oakley en Gay Star News sobre representación bisexual en pantalla, que empezaba hablando del informe GLAAD:
«De los 329 personajes LGBTQ del informe del año pasado, el 28% fue contado como bisexual. Es un número significativo. El informe también recogía que, de 93 personajes bisexuales, solo 18 eran hombres. Para poner eso en contexto, en 2016 YouGov se encontró con que el 43% de las personas entre 18 y 24 años no se identificaba como gay o hetero, indicando grados variables de bisexualidad. Así que ese número no es muy representativo de lo que realmente pasa en el mundo.»
El autor señala también la mala representación que hace caer a los personajes bisexuales en tres categorías: tokenismo, manipulación y promiscuidad. Este primer término (que Google me traduce así y que no viene en el diccionario; no sé si existe una palabra equivalente en castellano, pero nos hace falta) es aplicable a la bisexualidad y a todo lo demás en esta entrada.
Tokenismo: la práctica de hacer solo un esfuerzo superficial o simbólico para algo en particular, especialmente reclutando a un pequeño número de personas de grupos subrepresentados para dar la apariencia de igualdad sexual o racial dentro de una fuerza laboral.
Oakley remata el artículo pidiendo una representación realista de los hombres bisexuales, lo que incluye mantenerlos dentro del armario porque es el caso de casi el 90%. Si lo que se busca es ser fiel a la realidad, me parece obvio que haya que empezar por ahí.

Siguiendo con la bisexualidad (yo no quería volcarme en este tema pero es uno de mis campos, lo siento), la primera vez que yo tuve conocimiento de que existía vida más allá de la dualidad homo/hetero fue gracias a Catherine Zeta-Jones en La Guarida, siendo yo pequeña, cuando explicó que su novio y su novia se llevaban mal. Recuerdo que pensé «¡¡¿¿se puede hacer eso??!!» y, aunque ser bisexual no incluye necesariamente salir con dos personas al mismo tiempo – cualquiera de las demás orientaciones sexuales lo permite, es una cuestión de si las relaciones son abiertas o no – supongo que quisieron dejar claro que Theodora era bi. Porque un beso puede ser gay, pero ¿cómo es un beso bisexual?

El caso es que, si no hubiese visto esa película, quizá me habría vuelto loca cuando a los catorce años descubrí que sentía algo por otra chica. Me costó un poco porque soy lenta, pero supe ponerle un nombre. Hay gente que no. Hay mucha gente que prefiere no poner etiquetas, pero a veces hacen falta, sobre todo si es para normalizar o identificar algo invisible para la mayoría.

Una de las cosas de las que más se quejaron cuando salió el remake americano de Death Note fue que L era negro. Y todavía recuerdo cuando ciertas personas concretas se enfadaron cuando se estrenó la película de Crepúsculo y algunos personajes cuyo color de piel no había sido especificado en las novelas resultaron ser – y recordemos las palabras de Mcleod – negros o asiáticos.

Halle Bailey como La Sirenita. A mí no me gusta Disney, pero, madre mía, EL ODIO.

Cuando se anunció que Halle Bailey iba a ser la nueva Sirenita de Disney, ardió Troya. Algunos preguntaron, indignados, si La Cenicienta iba a ser asiática y el general Shang transexual. Hubo personas que manipularon imágenes de las princesas racializadas de Disney para volverlas blancas.

Tenemos unos estándares tan marcados que no aceptamos que un personaje ficticio pueda ser negro, trans, asexual o manco si no está especificado.

Volviendo a Disney, me hace gracia que quienes se quejaban excusaban su indignación remitiéndose a las películas antiguas. Llegué a leer a más de una persona decir: «en la fábula original la Sirenita era pelirroja» o cosas por el estilo, como si en su mayoría no fueran adaptaciones – que por cierto tratan de suavizar y hacer parecer románticas las atrocidades de las obras originales – de cuentos de los siglos XVII, XVIII y IX en los que NO se especificaba. Sí, por el contexto (Europa) podemos suponer que todas las princesas eran blancas. Pero cuando en la obra no se menciona país («un reino muy, muy lejano») ni contexto y teniendo en cuenta que es ficción, es de suponer que las adaptaciones cinematográficas, al igual que las escritas, tienen que evolucionar para no quedarse obsoletas.

Si no es esencial para la historia que un personaje sea blanco, como sí lo es que Pocahontas sea nativa americana y Mulán china, ¿por qué damos por hecho que tiene que serlo? ¿En qué cambia la historia que la Sirenita sea negra, Blancanieves asiática o Li Shang bisexual (spoiler: ya se da por hecho que lo es)? ¿Sabe la gente que posiblemente La Sirenita sea una metáfora de una historia de amor gay?

Todo lo que sea no-blanco, no-heterosexual o alejado en el aspecto que sea de lo que está considerado como «normal» queda, en la mayoría de los casos, relegado a segundo plano. No importa que haya diversidad racial o sexual entre los extras de una película si todos los personajes principales son absolutamente normativos. Tampoco sirve si todos los personajes diversos están sujetos a estereotipos marcados por quienes los consideran diferentes y ajenos a su día a día.

Que incluso el tokenismo reciba quejas – «nos quieren imponer la homosexualidad» –  tampoco es precisamente esperanzador. La mera aparición de gente no cisheteronormativa en los medios audiovisuales, es decir, reconocer que existimos es motivo de indignación para algunas personas. Al escritor Nando López le dejaron un comentario hace poco diciendo «ustedes [los miembros de la comunidad LGTB+] no necesitan representación porque son una minoría.» VAMOS A VER, precisamente porque somos una minoría necesitamos representación.

#Harlivy, de @mayexplode
Y «representación» no es que un señor rándom en Avengers: Endgame comente que ha tenido una cita con otro señor en una escena de relleno fácilmente omisible en países donde se censura cualquier tipo de contenido LGTB+. Y si hablamos de Marvel o de superhéroes en general no hace falta «homosexualizar a los personajes», porque ya existen: Deadpool es pansexual, Iceman es gay, Harley Quinn y Poison Ivy son pareja y el Capitán América es bisexual, entre otros. Ya no es que se homosexualice a los personajes, es que se los normativiza.

Si eso no es censura, qué lo es.

Uno de mis principales problemas para con el remake de Ataque a los titanes de la mano de Andy Muschietti (It) – dejando a un lado la pésima calidad de los live action – es que prácticamente todo lo que me gusta de la obra de Isayama va, con toda probabilidad, a desaparecer. Las personas heterosexuales de Ataque a los titanes se pueden contar con los dedos de una mano, aunque haya quien lo niegue, y solo después de suponer, muy supuestamente, que haya alguna. De hecho, incluso el propio autor pasa de mojarse, utilizando el término «personas» (refiriéndose a los gustos de personajes concretos) en vez de especificar géneros. Isayama lo hace mejor que muchos.

Mis tres personajes favoritos. Ymir es la segunda, y es el único personaje específicamente gay del anime. La cuarta viñeta se volvió viral porque alguien escribió la verdad en ella. La frase original es «porque soy idiota», pero todos sabemos que eso no es una razón.

A veces no nos damos cuenta de la importancia de la diversidad en la ficción hasta que la falta de ella nos da de lleno en la cara. A mí me pasa. Decir «eh, todos mis personajes originales son blancos y cis, vamos a meter un poco de variedad» y entonces empiezan las dudas. ¿Y si lo estoy enfocando mal? ¿Y si estoy cayendo en estereotipos? ¿Y si esta expresión es tránsfoba? ¿Y si este personaje tiene un comportamiento demasiado blanco? Esto los escritores profesionales lo solucionan con lectores de sensibilidad, pero quienes, como yo, escriben regular y por afición, tienen que apañarse buscando en la red artículos como los que voy a dejar al final.

Si la normativización de la que hablo no fuese real, y la igualdad sí, esto no sería necesario. Que yo, mujer bisexual, sepa escribir desde el punto de vista de un hombre blanco, hetero y cis, sin necesidad de buscar ni preguntar nada, pero no desde el punto de vista de una mujer negra o de un hombre trans, aunque tenga más cosas en común con ambos que con, por ejemplo, Pérez-Reverte, me parece vergonzoso.

Y eso solo hablando de empatía, porque ¿os imagináis no tener ninguna representación? No ya mala, NINGUNA. ¿Si buscamos ejemplos de personajes trans, o intersex, necesitaremos los dedos de ambas manos para contarlos o nos llegará con una? Y eso buscando, porque de todo lo que hay en el mundo a nosotros solo llegan ciertas cosas.

Gavin Reed.
Algo más a tener en cuenta es que no todo el mundo crea contenido, no todo el mundo escribe o dibuja o desarrolla videojuegos, y eso no quiere decir que no tengan derecho a representación, por lo que a veces se reclaman aspectos – sin salir del fandom – para diferentes personajes. Por ejemplo, la comunidad fan tumbleriana de Detroit: Become Human, y más concretamente de Gavin Reed, ha «decidido» que él es trans. ¿Por qué? No lo sé. Me perdí esa parte. Es un personaje secundario, es imbécil y la cantidad de fans que tiene – yo la primera, como siempre – es incomprensible. Que sea trans no afecta ni a la trama del juego, ni a él como personaje, ni a nadie que no sea tránsfobo y no encuentro ninguna razón para quejarse. Habrá gente que sí, y que diga que tiene que ser cis porque en el juego no se dice que sea trans. (Ahora es cuando sopla el viento y parece que dice: «normativizacióoooon.»)

Personalmente creo que si dentro de una minoría se pide (o simplemente se extiende la idea de) que un personaje ya existente sea así o asá, y no interfiere con ninguna de las características que tenía anteriormente, no estaría de más oficializarlo. Que sí, que es verdad que desde la comunidad fan muchas veces se piden chorradas que no vienen a cuento – como lo de Jon y Daenerys, aunque lo de Jon y Daenerys sí hundió la serie – pero, como llevo diciendo durante casi treinta párrafos, la representación no es una chorrada.

Yo, añadiendo profundidad innecesaria a un personaje secundario // El creador

Stephen King prefiere no especificar demasiado para que el lector se imagine a las personas como quiera. No suele dar demasiados detalles sobre el color de piel ni sobre la vestimenta, cosa que valoro hasta cierto punto. Me parecería perfecto, repito, si la igualdad fuese real. Pero no lo es.

Y cuando se desarrolla un personaje dando por hecho cosas que no se especifican porque el propio creador no se las cuestiona («no voy a decir que este señor es heterosexual porque ya se sobreentiende» o «obviamente es hetero porque ha salido con mujeres») y resulta que ese señor tiene más química con su actual compañero – del que apenas sabemos nada – que con ninguna mujer de su pasado, y es perfectamente notable, a lo mejor el siguiente paso es darle otra vuelta al desarrollo del personaje y no decir «huy, esto es muy gay, HAY QUE MATARLO». ¿Estoy hablando de Chris y Piers? Estoy hablando de Chris y Piers. Aunque mi madre crea que Piers solo tiene dos fans (yo y Manuel – he puesto el yo primero a propósito), existe una teoría internacional de la conspiración que sostiene que su campaña de Resident Evil 6 solo terminó de esa manera para evitar reconocer la bisexualidad de Chris Redfield y perder ventas en países homófobos. Luego tuvieron un detallito en un cuestionario de residentevil.net que me hizo ilusión, sí, pero que no sirve de absolutamente nada (en la imagen, «C) Miró fijamente a cámara y habló largo y tendido sobre sus sentimientos por Piers»).

Quiero resaltar que tanto Gavin como estos dos son hombres blancos, y que los hombres blancos también se pueden diversificar. Los hombres y las mujeres heterosexuales se pueden diversificar. Las personas cis se pueden diversificar. Y no solo es que se pueda, es que se debe siempre que sea posible. Y como este es el trigésimo párrafo, y llevo tres días con esta cosa, voy a parar ya. ¿Voy a volver a sacar este tema? Por supuesto. Pero ahora os dejo ya con los enlaces y me voy.

(A medida que vaya leyendo más, iré dejando más cosas por aquí, supongo.)

Y esta gran definición aquí por si acaso.