viernes, 25 de diciembre de 2015

Llevando la igualdad a la infancia

Hace exactamente un mes, el 25 de noviembre (sí, lo cuento con un poco de retraso), tuve la oportunidad de ir al colegio donde cursé Educación Primaria a dirigir un debate sobre violencia de género entre el alumnado de 5º y 6º.
Mi compañero y yo nos vimos "obligados" a empezar el debate a partir de un vídeo escogido por los coordinadores del colegio, que ni él ni yo considerábamos del todo correcto desde un punto de vista feminista. Este vídeo, se mire por donde se mire, está marcado por una fuerte influencia del patriarcado, independientemente de la intención con la que se hiciera.
Sin embargo, creímos que la base del vídeo era buena y utilizamos sus puntos flacos para despertar la capacidad de reflexión crítica de las niñas y niños.
Dejando el vídeo a un lado, ese día en el colegio me hizo darme cuenta de lo mal que está el mundo (que ya lo sabía, pero ahora más). En un par de clases, ambas de 6º, la mayoría estaba familiarizada con el término "violencia de género" y estaba concienciada de antes, lo que fue un alivio e hizo más amena y agradable nuestra estancia allí.
Ahora bien, esas fueron dos clases de siete. En las otras cinco fue todo lo contrario. No es sólo que el patriarcado estuviese totalmente intrincado en ellxs, sino que una gran parte ni siquiera tenía una mínima idea de lo que significaba "violencia de género". Nos encontramos con bastantes niños y niñas que la confundían con violencia a secas, con violencia racista o incluso con maltrato animal.
Afortunadamente fuimos capaces de hacer que comprendieran el concepto y que analizaran ciertos aspectos de su vida cotidiana tanto en la escuela como en la calle y en casa, dándose cuenta, en muchos casos, de que sí eran testigos de violencia machista.
Sólo hubo una clase, en la que la profesora se marchó y nos dejó a nosotros "al mando", que fue un absoluto fracaso. Sólo consiguieron sacar algo en claro las tres o cuatro únicas niñas de la clase, que eran quienes estaban un poco por la labor. El resto se quedó como estaba, y eso es lo que más me pesa todavía hoy. No tenían idea de nada de lo que estábamos hablando, no entendían nuestras preguntas, no comprendían nuestros conceptos y, pese a ser niños de nueve o diez años, todo lo que hicieron durante el "debate" fue repetir como loros y a voz en grito estereotipos patriarcales de los que estaban fuertemente convencidos. Los cincuenta y cinco minutos de clase no fueron suficientes para que entendieran casi nada, y eso me dolió un montón, porque eran niños y no creo que hubiese maldad en ellos, tan sólo repetían lo que traían aprendido.
En fin, en general puedo decir que fue una experiencia buena tanto para mí como para mi compañero y como para los niños y niñas con los que estuvimos. Espero hacer un mejor trabajo si se me vuelve a presentar una oportunidad así.
Ah, y feliz solsticio de invierno.

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