Esta
es la primera vez que exteriorizo esto, y creo que lo mejor es
hacerlo de forma abierta, para no tener que repetirlo una y otra vez.
Para no dar más prioridad a unas personas que a otras, porque nunca
sabes quiénes son las adecuadas.
No
soy una persona demasiado sociable. Nunca se me ha dado bien hacer
amistades, y, una vez las consigo, tiendo a distanciarme de ellas.
Aquellos que en primaria eran mis amigos ya no se acuerdan de mi
nombre. Mi primer verano después de haber empezado la ESO lo pasé
compartiendo mis días con un compañero que ahora ni me dirige la
palabra. Algunos ni siquiera me saludan, otros me tratan como si
fuera la primera vez que me ven, y otros actúan como si no existiese
pero se acuerdan de mi cumpleaños y me felicitan con una sonrisa.
Puede
parecer triste, incluso a mí me lo parece a pesar de que todo eso lo
he provocado yo. Yo no los saludo por la calle, y no hago ni el más
mínimo esfuerzo por recuperar una ínfima parte de la amistad que
tuvimos en algún momento. ¿Por qué? Quizá por el miedo al
rechazo. Al de ellos hacia mí, y al mío hacia ellos.
Hay
personas a las que, por simpáticas y agradables que sean, no soy
capaz de dejar entrar en mi vida. Al principio parece que puedo abrir
mi mundo a una persona en concreto, pero en el último instante me
echo atrás y le cierro la puerta en las narices.
Sinceramente,
no me considero una mala persona. Y no estoy segura de qué es lo que
me hace tan reacia a relacionarme con los demás. Sé que me cuesta
relacionarme con la gente que tengo más cerca, como mis compañeras
y compañeros del instituto, en parte porque mis intereses son
diferentes a los de la mayoría. A pesar de toda mi ignorancia en
comparación con las personas de una formación política muchísimo
más elaborada que la mía -casi inexistente-, me siento, en ese
aspecto, uno o dos pasos por delante del resto de alumnado de mi
mismo curso. Además, nuestros gustos cinematográficos,
bibliográficos y musicales difieren bastante. Increíblemente, me
cuesta bastante encontrar puntos en común con gente que sólo
escucha pop -y en el peor de los casos, reggaeton- solo lee cosas
tipo Crepúsculo y
solo ve películas comerciales. Quiero apuntar que de las 402
canciones que tengo, algunas son pop, que en todos los libros que he
leído hasta ahora, la saga Crepúsculo está
incluida, y que he visto un montón de películas comerciales. Pero
la gente de la que estoy hablando -casi sin excepción- consume solo
lo que consume todo el mundo, y los gustos de otras personas como yo,
que difieren claramente de los suyos, los critican simplemente por no
ser lo que está de moda. Y ese mismo rechazo sin fundamento lógico
que les impulsa a no querer saber nada de los gustos ajenos es el que
a mí me impulsa a no querer saber nada de esa gente y a encerrarme
dentro de mí misma.
Como
quienquiera que esté leyendo esto podrá imaginarse, mi reticencia a
entablar amistad con las personas también afecta a mi vida
sentimental. ¿Cuántas relaciones de pareja he tenido hasta el día
de hoy? ¿Cuándo tuve mi primer amor? ¿Cuánto ha durado mi
relación más larga? ¿Y la más corta? Bueno, para alivio de mis
padres -creo- y como era de esperar, no he tenido ninguna relación
de “pareja” normal. La
primera -y última- vez que mi
novio intentó darme un beso lo
empujé. A los catorce años. Hace casi nada. Después nuestro
noviazgo se acabó
-después de cuatro meses- de una forma un tanto confusa y yo empecé
una relación a distancia con una chica. Y fue ella mi primer amor.
Pero entre que era para ambas
la primera vez con otra chica
y que vivíamos lejos la una de la otra, nos fuimos distanciando, más
si cabe, poco a poco. Diez meses después, ella decidió que éramos
muy jóvenes y que nuestra relación no iba a llegar a ninguna parte,
así que lo dejamos. Tan sólo
cuatro meses más tarde conocí al que habría sido el tercero si no
hubiese dicho seis meses después que no quería una relación.
Quedamos como amigos hasta que él metió la pata hasta el fondo y
quedó como un capullo. Muy a mi pesar mi primer beso fue con él. Y
el segundo.
Tampoco
son unas experiencias demasiado alentadoras, pero tengo que decir,
con un optimismo no muy propio de mí, que de los errores se aprende
y que no pienso volver a caer en ninguna de las piedras anteriores.
Confío en que quienquiera
que esté leyendo esto lo tenga en cuenta si tiene la oportunidad -o
la ha tenido- de conocerme en persona. Me gustaría que no se me
juzgara de antipática por culpa de mi incapacidad para abrirme a
otras personas, y que ésta no fuera un impedimento para que otras
personas se me acerquen, pues yo siempre estaré ahí para apoyar a
quien lo necesite y, aunque tienda a automarginarme, nunca he
marginado a nadie más.
Muchas
gracias por haberme leído.
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