martes, 21 de julio de 2015

Vida social... o algo así

Esta es la primera vez que exteriorizo esto, y creo que lo mejor es hacerlo de forma abierta, para no tener que repetirlo una y otra vez. Para no dar más prioridad a unas personas que a otras, porque nunca sabes quiénes son las adecuadas.

No soy una persona demasiado sociable. Nunca se me ha dado bien hacer amistades, y, una vez las consigo, tiendo a distanciarme de ellas. Aquellos que en primaria eran mis amigos ya no se acuerdan de mi nombre. Mi primer verano después de haber empezado la ESO lo pasé compartiendo mis días con un compañero que ahora ni me dirige la palabra. Algunos ni siquiera me saludan, otros me tratan como si fuera la primera vez que me ven, y otros actúan como si no existiese pero se acuerdan de mi cumpleaños y me felicitan con una sonrisa.

Puede parecer triste, incluso a mí me lo parece a pesar de que todo eso lo he provocado yo. Yo no los saludo por la calle, y no hago ni el más mínimo esfuerzo por recuperar una ínfima parte de la amistad que tuvimos en algún momento. ¿Por qué? Quizá por el miedo al rechazo. Al de ellos hacia mí, y al mío hacia ellos.

Hay personas a las que, por simpáticas y agradables que sean, no soy capaz de dejar entrar en mi vida. Al principio parece que puedo abrir mi mundo a una persona en concreto, pero en el último instante me echo atrás y le cierro la puerta en las narices.

Sinceramente, no me considero una mala persona. Y no estoy segura de qué es lo que me hace tan reacia a relacionarme con los demás. Sé que me cuesta relacionarme con la gente que tengo más cerca, como mis compañeras y compañeros del instituto, en parte porque mis intereses son diferentes a los de la mayoría. A pesar de toda mi ignorancia en comparación con las personas de una formación política muchísimo más elaborada que la mía -casi inexistente-, me siento, en ese aspecto, uno o dos pasos por delante del resto de alumnado de mi mismo curso. Además, nuestros gustos cinematográficos, bibliográficos y musicales difieren bastante. Increíblemente, me cuesta bastante encontrar puntos en común con gente que sólo escucha pop -y en el peor de los casos, reggaeton- solo lee cosas tipo Crepúsculo y solo ve películas comerciales. Quiero apuntar que de las 402 canciones que tengo, algunas son pop, que en todos los libros que he leído hasta ahora, la saga Crepúsculo está incluida, y que he visto un montón de películas comerciales. Pero la gente de la que estoy hablando -casi sin excepción- consume solo lo que consume todo el mundo, y los gustos de otras personas como yo, que difieren claramente de los suyos, los critican simplemente por no ser lo que está de moda. Y ese mismo rechazo sin fundamento lógico que les impulsa a no querer saber nada de los gustos ajenos es el que a mí me impulsa a no querer saber nada de esa gente y a encerrarme dentro de mí misma.

Como quienquiera que esté leyendo esto podrá imaginarse, mi reticencia a entablar amistad con las personas también afecta a mi vida sentimental. ¿Cuántas relaciones de pareja he tenido hasta el día de hoy? ¿Cuándo tuve mi primer amor? ¿Cuánto ha durado mi relación más larga? ¿Y la más corta? Bueno, para alivio de mis padres -creo- y como era de esperar, no he tenido ninguna relación de “pareja” normal. La primera -y última- vez que mi novio intentó darme un beso lo empujé. A los catorce años. Hace casi nada. Después nuestro noviazgo se acabó -después de cuatro meses- de una forma un tanto confusa y yo empecé una relación a distancia con una chica. Y fue ella mi primer amor. Pero entre que era para ambas la primera vez con otra chica y que vivíamos lejos la una de la otra, nos fuimos distanciando, más si cabe, poco a poco. Diez meses después, ella decidió que éramos muy jóvenes y que nuestra relación no iba a llegar a ninguna parte, así que lo dejamos. Tan sólo cuatro meses más tarde conocí al que habría sido el tercero si no hubiese dicho seis meses después que no quería una relación. Quedamos como amigos hasta que él metió la pata hasta el fondo y quedó como un capullo. Muy a mi pesar mi primer beso fue con él. Y el segundo.

Tampoco son unas experiencias demasiado alentadoras, pero tengo que decir, con un optimismo no muy propio de mí, que de los errores se aprende y que no pienso volver a caer en ninguna de las piedras anteriores. Confío en que quienquiera que esté leyendo esto lo tenga en cuenta si tiene la oportunidad -o la ha tenido- de conocerme en persona. Me gustaría que no se me juzgara de antipática por culpa de mi incapacidad para abrirme a otras personas, y que ésta no fuera un impedimento para que otras personas se me acerquen, pues yo siempre estaré ahí para apoyar a quien lo necesite y, aunque tienda a automarginarme, nunca he marginado a nadie más.

Muchas gracias por haberme leído.

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